lunes, 1 de octubre de 2012

Ser el número dos tiene ventajas considerables






Por Jorge Mosqueira

Hubo una entrevista radial muy difundida durante la emisión del programa Perros de la calle, a fines del mes de julio último, donde su conductor, Andy Kusnetzoff, invitó a un ex compañero de trabajo, Eduardo de la Puente. Es necesario, en primer lugar, ubicar el extenso reportaje en su contexto. Ambos fueron partícipes de la provocadora innovación que introdujo, tanto en la televisión argentina como en la de otras partes del mundo, Caiga quien Caiga (CQC), a mediados de los 90. Por distintos motivos, tanto Andy como Eduardo tomaron distancia de quien fue el creador y conductor de toda la primera parte del ciclo, Mario Pergolini. Eduardo de la Puente, además, compartía con éste los tramos radiofónicos de la mañana en la Rock & Pop, con el nombre de ¿Cuál es? Casi al mismo tiempo en que Pergolini decide mudarse a su propia señal, el vínculo de amistad y trabajo entre ambos, luego de muchos años e historias compartidas, se rompe.
Eduardo de la Puente conduce ahora su propio programa nocturno, De esta noche no pasa, lo que da pie a la pregunta de Andy: “¿Te resulta más cómodo ser el segundo o el primero?” El conductor, periodista y escritor, responde: “¡Siempre fui el segundo! Y era un buen paraguas. Era un buen paraguas. Ahora que me toca ser un poco el mascarón de proa, a la noche. Está bueno en el sentido de que puedo decidir algunas cosas, incluso caprichosamente, pero no está bueno -también por ser mascarón de proa-, [que] sos el que se puede llevar la corona de laureles o el sopapo, tranquilamente. No importa si fue de tu responsabilidad o venía de atrás. Pero tiene su cosa linda y no me lo tomo con esa responsabilidad de, bueno, depende todo de mí ni nada por el estilo. Por suerte me tocó un equipo maravilloso”.
Se condensan, en estas declaraciones, una buena descripción de los avatares del management, sus pros y sus contras, que podemos encontrar tanto en los programas de rock más transgresores e innovadores como en las compañías serias y circunspectas. ¿Qué significa ser segundo? La pregunta de Kusnetzoff es harto pertinente. Para algunos es una mortificación intolerable, porque la aspiración es llegar a ser el primero, como si allí se encontrara el paraíso soñado, la libertad absoluta y la suma del poder. Pero una vez que se accede, no todas son rosas, como lo define con claridad Eduardo de la Puente. Hay una exposición a los sopapos que se evita cuando hay alguien arriba, quien es el que los recibe, pagando un costo con frecuencia invisible.
Es, precisamente, un paraguas que, al ser el número dos, protege de la lluvia de responsabilidades y fracasos. La pretensión de ser el número uno implica estar dispuesto a soportar estas incomodidades y en muchos casos hay una idealización engañosa. No todos pueden serlo. No todos quieren serlo, a pesar de que las nunca bien definidas características del éxito -serás CEO o no serás nada- impulsen a una carrera agotadora e interminable, el camino más directo a la frustración y al conflicto.
El otro punto por recoger es la humildad. Solamente a partir del reconocimiento del equipo que acompaña a un líder, éste puede ser reconocido como tal.
Es un tema paradójico: solamente quien no se reconoce como líder absoluto puede ser líder de un equipo de trabajo.
Entonces, ¿dónde están las famosas claves para convertirse en líder? En todos lados. Pero la dificultad mayor es reconocerlas, identificarlas y, más aún, asumirlas..
Autor Jorge Mosqueira
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