Rentabilidad, utilidades, ingresos, retorno sobre la inversión. Todos representan indicadores fiables de la realidad de cualquier empresa e inclusive, son tomados como referencia inevitable para evaluar el éxito de una gestión…
Lo que se suele olvidar o no considerar en la mayoría de los casos, es todo el aparato emocional que está presente en cada decisión, en cada actitud y en cada comportamiento que cualquier integrante de la familia demuestre en su accionar diario y a través del tiempo. Los anhelos, deseos y pulsiones de los familiares que trabajan en la firma están presentes y deben contemplarse.
Veamos un ejemplo, una situación que suele repetirse en varias empresas familiares, aunque en cada una, con sus características particulares: El típico caso del hijo obligado a seguir una carrera que no le agrada del todo para cumplir funciones dentro de la empresa en un futuro. A lo mejor, este chico tiene un talento innato para alguna actividad totalmente ajena a la misma y carece del convencimiento necesario para oponerse a su padre, el cual, le ha impuesto como un dogma el estudio de una determinada profesión y una posterior incorporación inmediata al negocio familiar.
En este caso, el hijo no admite otra realidad posible y puede llegar a enfrentar un conflicto de gran envergadura cuando descubra el error que está cometiendo o bien, ya graduado, sentir una inmensa frustración por no tener PASIÓN para dedicarse a las vicisitudes diarias que le exige su trabajo.
Su propia motivación irá decreciendo día a día y más allá de que sea un profesional dedicado, es natural que sienta un vacío por no poder hacer lo que le gusta. El compromiso inicial no será el mismo, y en este escenario, cualquier inconveniente mínimo será causa de conflicto, no por el problema en sí, sino, por toda la carga emocional que la frustración acarrea.
El clima empresarial y el clima familiar, indudablemente se verán afectados, lo personal se entromete en lo profesional y viceversa, y así, se hace muy complicado disociar lo que corresponde a uno u otro ámbito.
Como sabemos, el fundador de una empresa familiar es un luchador. Entregó su vida al negocio y lo vio crecer con mucho esfuerzo. Gracias a esa tenacidad, logró que sus hijos puedan seguir una carrera universitaria y sabe, inconscientemente, que la misma los preparará para ser su sucesor, en caso de que uno de ellos cuente con la motivación y con las condiciones necesarias para serlo.
Al terminar su carrera, el hijo contará con un espíritu innovador envidiable, propondrá cambios y por ende, discutirá con el padre, que probablemente, y más allá de su orgullo por contar con un hijo educado con todas las de la ley, se sentirá temeroso y desconcertado ante propuestas que hasta hace muy poco tiempo eran inimaginables.
Si bien es consciente de la capacidad del hijo, el hecho de arriesgar todo lo que creó ante nuevas ideas, más si el negocio va viento en popa o cuenta con un buen pasar, colocan al padre en una situación de notable tensión. Así, pueden llegar los agravios y las ofensas, las discusiones eternas e interminables y hasta un distanciamiento prolongado. La solución: Una comunicación efectiva y tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro.
Por parte del padre: Reconocer que los tiempos cambiaron y que el hijo aportará valor a la empresa. Tomar conciencia de que el mercado y los modelos de gestión ya no son los mismos que hace algunos años atrás.
Trabajando juntos, codo a codo, podrán lograr un crecimiento que nunca antes se habían planteado. Aceptar que los cambios serán beneficiosos para la empresa y para la familia.
Por parte del hijo: No intentar imponer todos los cambios y las modificaciones de golpe. Reconocer y congratular los méritos del padre, ya que sin su esfuerzo y sin su sacrificio, él no habría podido estudiar. Estar siempre propenso al diálogo y facilitarle la paulatina adquisición de nuevos conocimientos.
Como podrán observar, un sinnúmero de emociones, tanto positivas como negativas pueden presentarse en el seno de la empresa familiar. Lo ideal sería crear un ámbito propicio para que puedan expresarse sin tabúes ni impedimentos. Reunirse, hablar, escucharse y tomar decisiones en consenso, es la mejor salida.
Para ello, la elaboración del protocolo familiar (documento en el cual se regulan las relaciones entre la empresa y la familia, en el presente y en el futuro) es imprescindible. De esta manera, estaremos dando un gran paso hacia la continuidad eficiente de la empresa familiar.
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