por Raquel San Martin
A menudo tendemos a pensar que nos dedicaremos a la empresa familiar por inercia o bien que nuestros hijos deberían continuar con un legado que tanto esfuerzo nos ha costado levantar, pero no nos paramos a pensar: ¿realmente es lo que quiero hacer, es la vocación que tienen mis hijos?
¿Por qué les dejamos elegir el deporte al que se quieren dedicar, la afición que más les gusta o el tipo de ropa que se quieren poner y no les preguntamos si realmente es lo que quieren hacer?
Tener una empresa propia tiene muchísimas ventajas. Tienes una gran capacidad de actuación, de planificación de tu tiempo, de implicación en las decisiones…, pero bajo mi punto de vista lo más importante es que haces lo que realmente te gusta, y no podría ser de otra manera, porque cuando te encuentras con baches, dificultades y muchísimas horas de trabajo a la espalda, que no son pocas veces, es la verdadera esencia que hace que te levantes y mantengas la ilusión y la fuerza para volver a coger las riendas con el mismo entusiasmo que el primer día, la pasión por el negocio es lo que hace que se mantenga vivo.
Nuestro esfuerzo, sueño o ilusión, ese proyecto que tanto nos ha costado sacar adelante, no tiene porqué ser el de otros, la vocación no tiene porqué ir en los genes. ¿Por qué nunca contemplamos la opción de contratar a alguien que nos ayude o que dirija nuestra empresa cuando decidimos retirarnos? Aún así, es verdad que las pasiones se transmiten de generación en generación y es posible que tengamos clarísimo que queremos dedicarnos al negocio familiar.
Pero, ¿es complicado llevarse bien? ¡Cuántas relaciones, amistades o familias rotas nos encontramos después de haber compartido un negocio! Como en todo, es difícil generalizar; se ha escrito mucho sobre el tema (libros, protocolos familiares, estudios…), pero hay algunas cosas que, tras mi experiencia, creo que pueden ayudarnos a sobrevivir en una empresa familiar:
-Establecer y asignar funciones a cada uno, respetarlas y cumplirlas. Esa capacidad en la toma de decisiones que mencionaba antes, sin duda alguna para mí es una ventaja, pero puede volverse en nuestra contra, ya que tendemos a pensar que debemos participar en todas las decisiones y no tiene que ser así. Lo que hayamos delegado en otras personas tenemos que asumirlo y respetarlo. En los negocios familiares “vamos haciendo” sin un orden concreto; es importante que todos conozcan cuáles son sus cometidos y hasta dónde pueden llegar en el desempeño de los mismos. Esto también es fundamental para alejar el sentimiento de que unos hacen más que otros. Cada uno hace lo que tiene que hacer.
-No abusar de la confianza, respetar lo que hace el otro de la misma forma que lo haríamos con cualquier otra persona. Esto es muy importante también a la hora de hablar o discutir; seguramente a nuestro jefe o a alguien que trabaje con nosotros le hablamos con buenas formas, pero ¿por qué nos permitimos ciertas licencias con nuestro padre, hermano, amigo…?
-Tener muy claro que siempre nos queda algo por aprender. Hay veces que nos parece que, como hemos levantado nosotros la empresa, sólo nosotros podemos enseñar y las cosas se tienen que hacer como siempre, y no dejamos espacio a las nuevas generaciones que se forman y pueden aportar ideas frescas y novedosas.
-Separar al máximo el tiempo de trabajo del tiempo de ocio. Si somos familia o amigos íntimos, seguramente compartiremos nuestro tiempo de ocio. Es muy habitual que si pasamos juntos muchísimas horas al día, perdamos las ganas de vernos también el fin de semana o en una cena. Pero si somos capaces de aislar por completo el trabajo y no hablar de él en nuestro tiempo de ocio, podremos disfrutar como siempre de esa compañía que tanto nos gustaba. Bien es verdad que tampoco hay que forzarse, si la situación está tensa en un momento determinado y necesitamos espacio, no pasa nada por darnos un tiempo.
-Hablar, hablar, hablar y hablar… de todo lo que nos molesta o nos parece bien, de nuestros sentimientos…
Cuando la cosa no marcha, estudiar y estar abierto a un cambio, no tenemos porqué llevarnos bien con todo el mundo. En la empresa es clave la afinidad profesional que tenemos con nuestros socios o colaboradores, pero por mucho que queramos a alguien no tenemos porqué tener afinidad en el trabajo, no pasa nada. Es también muy recomendable que ganemos experiencia en otras empresas antes de dedicarnos por completo a la familiar.
Y, por último, tener clarísimo que el interés por que la empresa vaya bien es común, que el barco es de todos y todos queremos que funcione. Si algo no sale como nos gustaría, no es culpa de nadie o es culpa de todos, pero la intención seguro que siempre ha sido la mejor.
Autora Raquel San Martin – socia fundadora de Voychic, tienda online de ropa infantil a medida. Socia y asesora de marketing en una empresa familiar dedicada a la gestión de establecimientos turísticos. Estudió Dirección de empresas, Marketing y Relaciones Públicas y un Posgrado en Search and Social Media Marketing.
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