sábado, 31 de marzo de 2012

Los niños pueden enseñarnos a innovar






por Gladys Carrasquel.
Se ha vuelto un pensamiento común la idea de que los niños son creativos. Y lo son, pero se debe entre otras cosas, a que su condición les permite ser espontáneos, libres, desinhibidos, dar rienda suelta a su imaginación sin detenerse a pensar que alguien los puede cuestionar; es decir, no es que los pequeños tengan más imaginación que los adultos, simplemente se sienten libres para expresarla.
¿Por qué no continuamos con esa libertad? Una vez adultos ¿por qué nos inhibimos tanto? Hay muchos factores que pueden influir en ello. Cuando somos niños, la constante observación en el colegio hace perder las ganas de arriesgar y el impulso creativo va disminuyendo; también pasa con la persistente evaluación, haciendo que los pequeños se preocupen más por cómo son vistos y no en sentirse satisfechos consigo mismos; sucede igualmente con las imposiciones de actividades por parte de los padres o maestros, en lugar de hacer que los guíe su curiosidad hacia lo que les interesa.
Estos ejemplos escolares se pueden transpolar a nuestro lugar de trabajo en la adultez. Estos inhibidores de la creatividad, son también nocivos para generar innovación en las empresas. Daniel Goleman, en su libro El Espíritu Creativo, denomina a éstos y otros elementos restrictores «Asesinos de la creatividad», mientras que llevados al ámbito empresarial, Javier Megias les llama Asesinos de la innovación.
Es importante volver, en cierto sentido, a ese niño que fuimos, a la forma de mirar y explorar que tuvimos y que perdimos por las presiones externas a las que nos somete la sociedad. Debemos preguntarnos, desde la humildad y la inocencia, porqué suceden las cosas, cómo las podemos hacer mejores, cómo nos gustarían más. Dejar libre nuestra curiosidad nos ayudará a reencontrarnos con esa capacidad que todos tenemos de ser creativos, de generar propuestas originales para nuestro entorno, sea cual sea el campo de trabajo en el que nos desarrollemos.
En estos tiempos la creatividad es más que una moneda de cambio, es una ventaja competitiva de las empresas, y mientras más importancia le demos a desarrollarla, estaremos dando pasos certeros dentro una cultura empresarial que abonará el camino hacia la diferenciación, el valor agregado y la estrategia innovadora que requieren los nuevos modelos, en los que la creatividad juega un papel fundamental dentro de la nueva economía del siglo XXI.
En el niño, salpicada de ingenuidad, se halla una búsqueda constante, una inquietud por descubrir y comprender el mundo circundante. En nuestra búsqueda por mejorar y crecer como empresa, debemos estar atentos a lo que sucede en nuestro entorno: analizar, confrontar, evaluar, preguntar, replantear, arriesgar, disfrutar… son algunos verbos que aplicados a nuestro ámbito profesional, a nuestro mercado, nos ayudarán a poner en marcha buenas prácticas para fomentar la innovación dentro de la empresa.
Para crear es necesaria una plataforma, una cultura innovadora, en la que los individuos sean poseedores de una gran carga de motivación intrínseca. Esto puede potenciarse de muchas maneras, una de ellas es a través de un liderazgo especializado capaz de generar herramientas, espacio y tiempo para el desarrollo creativo. En todo ello, es muy importante el manejo de información que antes mencionábamos, conocernos ─individualmente y como colectivo que va hacia la consecución de un mismo objetivo─ es de capital importancia para inventar.
El experto en gestión empresarial Franc Ponti, afirma que la innovación es ante todo una actitud vital. De allí que sea tan importante la creación de un ambiente propicio para que todos se sientan cómodos y tranquilos a la hora de trabajar. En la escuela infantil todo está hecho para estimular el desarrollo cognitivo del niño, haciéndole sentir confortable, seguro, a gusto. Así mismo, las empresas deben crear espacios que faciliten la buena comunicación, en el que se respire cierto aire de familiaridad, ya que con ello podemos conseguir un equipo que trabaja en armonía, cuyos miembros se conocen entre sí y son capaces de utilizar las fortalezas y habilidades individuales en función de los objetivos del grupo.
La confianza, de cada individuo en sí mismo y en sus ideas, y la del líder en el grupo que le acompaña, es fundamental no sólo para crear, sino también para implementar ideas novedosas. Este valor genera la libertad necesaria para la toma de decisiones y de riesgos, igual que pasa con los niños a la hora de jugar y descubrir dentro de unos límites establecidos.
Goleman, Kaufman y Ray cuando nos hablan de El Espíritu Creativo, nos dicen que el liderazgo empresarial debe ser capaz de dar permiso, pero a la vez de dar protección, para hacer uso eficaz del potencial creativo de los empleados en el mundo de los negocios de hoy. Así que dar espacio y tiempo a la creatividad, dar rienda suelta a vuestra imaginación… Se sabe que de una pequeña idea puede salir la ventaja competitiva que hará dar el salto adelante a una organización.
Autora Gladys Carrasquel - @GlaCarrasquel
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