por Lic. Néstor
Una película argentina se titula “no sos vos, soy yo”. Es una frase que se utiliza a menudo en la relación de pareja como modo de explicar el motivo por el cual uno de los dos prefiere tomar distancia en la relación, separarse, sin herir el amor propio del otro. No sos vos, soy yo, intenta hacer comprender que la decisión de no continuar juntos se debe más a circunstancias propias que al hecho de no desear más a la pareja del momento, y de este modo intenta no lastimar la sensibilidad y tener una salida elegante, que por supuesto nadie cree, pero alienta alguna esperanza de futuro.
Sin embargo, en las empresas familiares me encuentro con que se invierte la frase: no soy yo, sos vos. Quiere decir: lo que funciona mal, las decisiones que reportan problemas, las amenazas , los males generales, las fallas en la organización, cuestiones de rentabilidad y perdida de negocios, se explican por lo que el otro hizo mal, y que no siguió consejos propios. Frases como:
“te dije que no le vendas a este cliente, no me diste bolilla”
“otra vez le dejaste pasar el pago?”
“ese proveedor no sirve, pero te gusta manejarte solo, ahora paga las consecuencias vos”
“si seguimos con tus ideas, nos fundimos”
“te lo dijo el contador, y haces la tuya, hacete cargo”
“te dije que delegues, por eso estas así”
Y así podríamos hacer una larga lista, que sin duda podrías ampliar con tu experiencia. Vamos a tratar de pensar algunas cosas presentes en estas definiciones, y propuestas para mejorar y seguir construyendo de modo positivo el emprendimiento en familia que se inició.
Los reproches y el pasado: el reproche suele remitir al pasado, es una queja por lo que el otro hizo mal, o diferente a nosotros, y sin éxito según nuestra visión. Apunta siempre a quedar anclados al pasado, porque no promueve la construcción de una nueva alternativa, y por lo tanto, no propicia aprendizaje y mejoras. En la vida de relación común, reprochar suele quedar asociado a un ataque personal, que despierta resentimiento, genera desgaste y desaliento, no propone cambio. En los negocios, se le suma otro aditamento: estanca el negocio, desarrolla aislamiento. Por lo tanto, al quedar atados al pasado y el reclamo, no hay posibilidad de cambio y aprendizaje. A diferencia del reproche, una crítica que ofrece cursos de acción posible, es una gran oportunidad para desarrollarnos de modo positivo. Es pensar: cómo hacemos para que algo no vuelva a ocurrir. Es una orientación al futuro.
Criterios de costo beneficio: en línea con lo anterior, vivir en el reclamo sin asumir responsabilidades compartidas, tiende a hacernos perder un criterio central en la vida de negocios: las decisiones tienen que manejar ejes de costos y beneficios, que podamos medir con alguna racionalidad compartida. Es necesario tener claro en nuestra gestión, lo que ganamos y perdemos, medir resultados, que en definitiva deben orientar nuestra dirección. Responsabilizar al otro, “sos vos”, no colabora en este sentido, si es un mero reclamo sin perspectiva de futuro. Encerrarse en “como se debió haber hecho”, sin incluir propuestas de futuro, junto con resultados esperables, nos deja a merced de la arbitrariedad y de juicios de valor, sin criterios de negocios. En este sentido, el mejor antídoto para darle un eje racional al manejo de los temas, es la dirección participativa por objetivos. En ese camino, vamos a poder evaluar y medir la gestión de cada uno más allá de la subjetividad individual.
Manejo de conflictos: cuando tensamos una relación personal, la consecuencia, en el peor de los casos, es la ruptura de dicha relación. En los negocios, se pierde el patrimonio familiar. Es importante comprender que lo bueno para la empresa, es positivo para la familia, aunque en el corto plazo la vivencia interna sea lo contrario. La capacidad para administrar los conflictos es clave para no caer en círculos viciosos donde todo termina en reproches mutuos, que no redundan en mejoras. Liderar las relaciones internas, la comunicación y el manejo de las diferencias es el método para evitar situaciones que luego no tienen retorno. Muchos conflictos escalan a niveles altos porque lo que se pone en juego es el amor propio y el poder personal, más allá del tema en cuestión.
Padres e hijos: las diferencias generacionales son naturales, y más se acentúan con la velocidad de los cambios, lo rápidamente perecedero de productos, servicios, tecnología y los modos de hacer las cosas. El problema es cuando esas diferencias se transforman en irreconciliables, y se utiliza cualquier ámbito y oportunidad para adjudicar al otro los motivos de las fallas. Es como si fuera casi un deporte instalado: adjudicar a la visión supuestamente equivocada de la otra generación presente todas las dificultades y decisiones que acarrean problemas. De nuevo, se aplica la frase del título: “nos soy yo, sos vos”. Para colmo, cuanto más te lo puedo hacer sentir, parece que es mejor. Y el momento de la transición generacional de padres a hijos, y en particular del máximo cargo, es el de mayor tensión en este aspecto. La incorporación de los hijos presupone de ambas partes admitir que desde ese momento se compartirán visiones, que no son contrapuestas, sino que la habilidad principal está en lograr integrarlas, y aprovechar lo que cada uno tiene para aportar, así como saber renunciar a la creencia que “lo mío es lo mejor y lo único”.
Para finalizar, es bueno recalcar que la mayoría de las empresas que logran superarse y crecer en el tiempo, son aquellas que integran las siguientes generaciones. Para que la integración sea exitosa en el binomio familia y empresa, se requiere que cada uno asuma sus responsabilidades, sea flexible a las posiciones de los otros, amplíe su visión de las cosas, y no vivir las dificultades empresarias en términos de “no soy yo, sos vos”. No se trata de repartir culpas, si no de aprender del error con miras a un futuro que concrete los sueños de la familia empresaria en el tiempo.
Autor Lic. Néstor Rabinovich – www.rabinovichasesor.com.ar
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