“Si quieres buscar resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Tal vez, comenzar este artículo con esta frase de Albert Einstein sea algo osado pues se ha repetido en tantas ocasiones, en todo tipo de contextos, que ya puede sonar hasta cansina o recurso fácil. Sin embargo me parece oportuna pues por lo que observo en muchas empresas, organizaciones y administraciones, parece que simplemente se haya “oído”, que no “escuchado”.
España (¿solo nuestros gobernantes?), entre otros países, sigue empeñada en la apuesta “estratégica” de los recortes desde hace más de tres años. ¿Hemos obtenido resultados distintos? No. Seguimos haciendo lo de siempre, no solo a nivel económico, sino también en la forma. El partido de turno, en base a su mayoría absoluta, dirigido por una o pocas personas, creyendo y defendiendo que “saben” lo que hacen y que van por el “buen camino”.
Sucede igualmente en muchas empresas, empeñadas en vender más de lo mismo, en los mercados de siempre, defendiendo cuotas de mercado, esperando no se sabe bien qué, pero obteniendo los mismos resultados. Como resultado cada día se anuncian nuevos expedientes de regulación.
A diferencia de otras crisis, esta es de gran calado y duración. Ello desconcierta a muchos, pues a “estas horas del partido” ya deberíamos estar “creciendo” de nuevo. Y como seguimos perdiendo, más de lo mismo. Esta crisis nos recuerda en voz muy alta, que es tanto o más importante el “cómo” se crece, que el “cuánto” se crece. Hemos convertido el “cuánto” en el fin, olvidando aquello del “pan para hoy, hambre para mañana”.
Estamos y somos “gobernados y dirigidos” por el miedo que emana de un paradigma muy, pero que muy obsoleto. Se espera que los que “dirigen” tengan la “solución” con tan solo agitar la varita mágica. Es el miedo al cambio, a lo nuevo. La búsqueda de la falsa seguridad se ha incrustado tanto en el ADN individual y colectivo que nos cuesta “escuchar” que ha llegado la hora de hacer algo distinto. Por supuesto, siempre que lo queramos sean resultados distintos.
Durante muchos años, hemos apostado por el individualismo, “ande yo caliente, ríase la gente”. En nuestros comportamientos, en la forma de organizarnos, en la forma de gestionar. En casi todos los contextos se ha buscado “maximizar” el beneficio individual. La cultura IN (yo) nos ha llevado a donde estamos, a los resultados que tenemos en la sociedad, las empresas, las administraciones. Una cultura que no nos va a dar resultados distintos por mucho que sigamos empeñados en ello. Una cultura que está agotada.
Por mucho que se empeñen los “dirigentes y gobernantes”, frente a la complejidad del entorno y su cambio exponencial, nadie tiene la más remota idea de lo que hay que hacer. Ha sido siempre así, pero en épocas de bonanza, cuando se crece casi sin quererlo, podemos presumir de “nuestros” éxitos. Cuando viajamos en bicicleta, y bajamos una cuesta, no hay que pedalear mucho. Pero cuando estamos en la subida, es otra cosa. Entonces, si quienes “dirigen o gobiernan”, no tienen ni idea de lo que hacer, ¿qué hay que cambiar para salir de esta crisis?
En mi opinión, lo que hay que cambiar es la creencia de que el ser humano “sabe” lo que hay que hacer. Y no es porque no tengamos inteligencia, sino porque queramos o no, en el presente (a medida que el futuro se va creando), todo es incierto. Y con el cambio de dicha creencia, apuntar hacia la diversidad como oportunidad. La vida se basa en la diversidad y en la colaboración, a través de la auto-organización. Solamente buscando la integridad que ofrece el que todas las voces sean escuchadas, podremos crecer y cambiar. Si nos empeñamos en que unas pocas voces “gobiernen y dirijan”, como hasta ahora, seguiremos regresando a la “casilla de salida”. Es como si repitiésemos una y otra vez la misma asignatura, que solo “aprobaremos” cuando aprendamos la lección.
Para ello, todos y cada uno, dirigentes y gobernantes, dirigidos y gobernados, necesitamos “salir de la caja individual”, disolver la ilusión de la separación, y mirar en lo colectivo la oportunidad del cambio necesario. Sentir que todos compartimos una visión como especie, una misión, a la que alinearse para sostener la vida. Una vez fuera de “la caja”, desapegados de “siglas”, marcas, empresas, regiones, y cualquier otra expresión egótica manifestado en forma de “fronteras”, podremos encontrar el espacio para la colaboración. Efectivamente, debemos pasar del IN al CO, del YO al NOSOTROS si queremos salir de esta crisis, que no es económica sino vital.
En este espacio de colaboración, todo es posible, incluso lo imposible. Si abrimos el corazón a la colaboración con el objetivo del “procomún”, con apreciación del talento individual y de nuestra naturaleza libre y creativa, podremos encontrar la mejor respuesta adaptativa para seguir evolucionando.
Podemos elegir. Si insistimos en la estrategia “IN”, seguiremos teniendo lo mismo. Si abrazamos la estrategia “CO”, tendremos lo nuevo. La primera nos lleva al miedo, la segunda nos invita al coraje.
¿Co-creamos cambio?
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