por Lluvia
Una de las características más admiradas en una persona es su capacidad de desenvolverse en público con impecable habilidad para expresarse verbalmente. Sin duda, quien posee gran garbo al hablar es una persona de éxito. Pero ¿y dónde queda la capacidad de escucha? Nuestra cultura privilegia el hablar sobre el escuchar, como si fuese posible tener un proceso comunicativo efectivo sin la correcta interrelación de los procesos de retroalimentación y retribución.
Aquí cabe hacer una diferenciación: oír no es lo mismo que escuchar. El oír es un acto biológico en el que captamos sonidos sin prestarles mayor importancia; un claro ejemplo de ello es cuando pasamos cerca de un grupo de personas: podemos oír sus voces pero no entendemos lo que dicen. El escuchar da un paso más allá del acto biológico y se encamina a prestar atención y dar sentido a los sonidos que llegan hasta el pabellón de nuestra alma. Evidentemente, cuando queremos ser escuchad@s, queremos que la otra persona se enfoque en lo que decimos y no simplemente perciba nuestra voz, razón por la cual debemos tener en cuenta los siguientes tópicos para mejorar nuestras habilidades de escucha:
*Habla menos. Lo que debemos hacer es limitar el tiempo que le dedicamos al acto del habla, puesto que no es posible hablar y escuchar al mismo tiempo. Opta por escuchar a l@s demás y conocer sus puntos de vista y opiniones.
* Dale a cada cosa la importancia que tiene en cada momento. A veces se nos presentan problemas mayores por no saber dialogar en el momento adecuado. No dejes pasar nada por alto, escucha cada palabra y esclarece las situaciones que se cubren bajo la bruma.
*Escucha activa. Sigue el hilo de las conversaciones y hazle saber a tu interlocutor o interlocutora que sigues el ritmo. Recuerda que es importante preguntar e intercalar de vez en cuando palabras como “si”, “comprendo”, entre otras.
*Pregunta por lo que no entiendas. Que no te dé pena, es mejor mostrar interés y ganas de comprender en lugar de quedarnos con las dudas. Recuerda que tod@s somos un universo distinto de comprensiones, quizá l@s otr@s se expresen bien y somos nosotr@s quienes mal interpretan, de ahí que debamos asegurarnos de que nos hemos quedado con el verdadero sentido de lo que l@s demás quieren decirnos.
*Prohíbe algunas palabras. Quita de tu vocabulario aquellas palabras que dejan una estela de negatividades. En lugar de decir “no entiendo nada”, “estas equivocad@” o “sólo hablas de tonterías” podrías decir: “A ver si comprendí…”, “no estoy de acuerdo contigo” o “¿podríamos cambiar de tema?
*Concentración. Es un simple acto de respeto: quien habla merece ser escuchad@.
*Evita interrumpir. Cuando nos interrumpen inferimos que en el o la otra existen ciertos grados de impulsividad y falta de interés por lo que decimos. No te precipites, espera a que tus interlocutor@s terminen su exposición y luego habla.
*Busca ideas, no palabras. Cuando escuches a alguien no te quedes en las palabras, observa los movimientos corporales y el tono de voz, busca sus ideas, sus pensamientos, sus sentimientos.
*No intentes arreglar el mundo de la otra persona. Muchas veces al exponer nuestro sentir no buscamos soluciones sino simplemente regocijo al sentirnos escuchad@s por otro ser. Diferencia las situaciones y actúa consecuentemente con ello.
Cuando éramos chic@s, tras un largo periodo de escucha fue que logramos aprender a modular palabras. Ahora el asunto no debe ser muy diferente: debemos abrir los oídos de nuestra alma para que del corazón salgan palabras llenas de amor y asertividad. Debemos ser equilibrad@s en nuestras formas de comunicarnos y dejar de lado nuestros delirios narcisistas para iniciar a preocuparnos por las personas que nos rodean y conocer aquellos maravillosos rincones que nos hemos negado a escuchar.
Autora Lluvia – http://negociosyemprendimiento.com/sabemos-escuchar
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