Por Fabián Mozzati
Una mañana, me senté en la mesa de la cocina y escuché unos fuertes picoteos en el patio de atrás. Era un pájaro atrapado en su propio comedero. El comedero era cerrado, con una pequeña abertura en la parte inferior. El pájaro picoteaba como loco por todas partes intentando salir, pero no lo lograba. Incliné el comedero para que el alpiste cayera hacia la abertura, pensando que iría hacia allí y saldría. Pero no fue así, seguía picoteando cada vez más lejos y más asustado. Entonces pensé: “Si cubro el comedero, de modo que la luz sólo venga de abajo, el pajarito saldrá”. Cubrí con cuidado todos los lados… y el pájaro salió en cuestión de segundos! La lucha había terminado.
Caemos en una trampa cuando intentamos resolver los problemas utilizando el mismo nivel de razonamiento que los ha creado.
Para salir de una trampa, ante todo hay que ser consciente de que se ha caído en ella. Cuando reconozca que se ha cerrado un círculo (tratando de resolver sin éxito un problema, que ahora se ha multiplicado por dos), detenga la noria y bájese. Muchas personas se sienten especialmente frustradas, o se enfadan, cuando constatan que están atrapadas en un círculo vicioso, generado por un modo erróneo de resolver problemas. Deténgase: libere el estrés y sus emociones, como para percibir qué es lo que ocurre en realidad. La liberación y la percepción facilitarán un estado de plenitud de recursos -para el cuerpo y la mente- que le permitirán “distanciarse emocionalmente” del problema. Puede que siga aún en la trampa, pero al menos ya sabrá que está en ella… y que depende de usted salir!
A continuación, haga algo distinto; realice una acción y después contemple los efectos de ésta. ¿Ha hecho que las cosas mejoren o empeoren? Haga algo poco corriente. Si hace algo creativo, algo extravagante, algo que no se ajuste a su “reacción típica”, tendrá una razón para reír y aprender. Permita que cualquier paso dado con éxito en la dirección de su objetivo, le indique el camino. Experimente, explore, descubra.
Pero el reto no consiste sólo en liberar y percibir, para luego accionar y contemplar. Luego de estos pasos, aún queda definir el auténtico problema. Esto puede resultar complicado, pues si el problema no es en realidad el que usted cree… ¿cuál es entonces?
Cuando esté dispuesto a aceptar que la primera definición de su problema no es la correcta, se encontrará en el camino correcto para resolverlo.
No suponga que ya sabe lo que está pasando. Dispóngase a entrar en aquello que -en términos Zen- se conoce como “la mente del principiante” y deje las cosas como están… Confórmese con reconocer que se siente atrapado por circunstancias que usted mismo ha creado y que, sin embargo, no comprende del todo. No corra a resolver el problema. Téngalo a mano, libérese y perciba con curiosidad, empatía y buen humor.
Nos dedicamos a picotear como locos las paredes que nos aprisionan con convicciones e ilusiones falsas, pero siempre hay una forma de salir de allí.
Este principio, de acompañar el problema antes que salir corriendo tras la solución, nos lleva a un proceso de re-descubrimiento, re-interpretación, o también llamado cambio de paradigma. Este cambio nos dará “nuevos ojos” para ver el problema… y nuestra creatividad hará luego el resto del trabajo, hasta llegar a su resolución!
“Creamos nuestra realidad a través de las historias que nos contamos a nosotros mismos y a los demás.
Es una liberación saber que basta un solo pensamiento para rehacer la historia de nuestra vida, o cualquier historia que sustente un estado problemático”.
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