El valor que aporta la formación en gestión del estrés a una organización es directamente proporcional al valor del retorno esperado de la inversión en capital humano que ha hecho esa organización.
Esto es así porque el valor de esa inversión (reclutamiento, entrenamiento, desarrollo, etc.) sólo va a producir el retorno esperado en la medida en que los recursos humanos de la organización rindan adecuadamente ante los retos que deben superar y que se deben finalmente traducir en volúmenes de venta, márgenes de beneficios, cuotas de mercado, calidad de servicio al cliente, etc.
Y para rendir adecuadamente ante estos retos, los recursos humanos deben permanecer en condiciones de utilizar todo su potencial intelectivo, competencial y motivacional dentro de los niveles de ejecución esperados.
Formación en Gestión del Estrés y Rendimiento Profesional
Y aquí es donde entra en juego la formación en gestión del estrés. Una de las consecuencias más claras de altos niveles de estrés en los miembros de una organización es la disminución de su rendimiento profesional.
Ello es debido a que el estrés, literalmente hablando, nos vuelve más tontos: pensamos peor, solucionamos peor los problemas y los conflictos que debemos gestionar, cometemos más errores y nos impide, en una palabra, utilizar nuestra inteligencia y nuestras capacidades en su máxima expresión.
Este es un hecho documentado científicamente en multitud de estudios sobre rendimiento cognitivo ante el estrés.
Pero, aparte de la disminución objetiva en nuestro rendimiento cognitivo, existe un aspecto adicional y complementario que tiene que ver con elementos más puramente emocionales y motivacionales: Un estrés elevado induce directamente emociones y sentimientos negativos de miedo, inseguridad, ansiedad, angustia, frustración, baja auto-estima, celos, odio, agresividad…
Sumen ustedes ambos elementos: un cerebro inhibido a nivel cortical (sede anatómica de todos los procesos superiores de pensamiento: atención, percepción, memoria, solución de problemas, toma de decisiones, etc.) unido a un sentimiento y estado de ánimo caracterizado por emociones de miedo, inseguridad, angustia, frustración, etc.
¿Qué tenemos? tenemos menos, mucho menos, del talento potencial en que hemos invertido.
Formación en Gestión del Estrés como Ventaja Competitiva
Sencillamente, no es sensato esperar que las personas den lo mejor de sí mismas en situaciones de estrés elevado y continuado. Ante situaciones que son percibidas como amenazantes para nuestra integridad y/o supervivencia, nuestro cerebro está cableado para limitar enormemente nuestro repertorio de respuestas, reduciéndolas a básicamente dos: huir o pelear.
En efecto, ante una amenaza codificada por nuestro cerebro en términos de inminente y peligrosa, la respuesta de huir o pelear aporta una gran especificidad y predictibilidad de conducta, eliminando y/o suprimiendo cualquier comportamiento no dirigido de manera expresa a evitar o neutralizar el peligro que dicha amenaza representa para nosotros. Y esa especificidad de respuesta es ciertamente muy útil para proporcionarnos las máximas probabilidad de sobrevivir a una amenaza real e inminente de vida o muerte. Por eso se dice que el miedo y el estrés han contribuido a salvar muchas vidas.
Por otra parte, nuestros retos profesionales actuales, que muchos interpretan como amenazantes, no suponen en realidad una amenaza inminente y directa a nuestra supervivencia. Como mucho, solamente a nuestro status quo, y no de manera inminente.
Por tanto, para hacer frente a esos retos, debemos poder seguir pensando con claridad y permanecer equilibrados emocionalmente. Es preciso ser capaces de mejorar nuestros productos y servicios, dotándoles de mayor valor añadido; es preciso re-inventar nuestras estrategias comerciales, diversificando nuestra oferta, llegando a nuevos mercados y multiplicando los canales de comercialización utilizando adecuadamente el tremendo potencial de la red; es preciso aumentar la calidad en todo lo que hacemos para lograr diferenciarnos ventajosamente de nuestra competencia y, para todo ello, es preciso que las personas continúen aprendiendo, desarrollándose y adaptándose continuamente al continuo y vertiginoso cambio en que vivimos.
Formación en Gestión del Estrés y Gestión del Cambio
La respuesta de huir o luchar es totalmente pobre e inútil ante estos retos. Una organización que no gestione adecuadamente su nivel de estrés ante estos retos, tendrá en una mayoría de sus miembros a gente que sueña con poder dejar la organización o sus responsabilidades (huir) y a gente que, con uñas y dientes, intenta cercar su parcela de poder e influencia para no verse superada por los acontecimientos (luchar).
Pero la corriente de los acontecimientos lo que está marcando en realidad es el camino a seguir, no a evitar o intentar parar.
La formación en gestión del estrés nos puede posibilitar precisamente aprender a navegar a favor de la corriente para, una vez llegados a nuevas costas, ser capaces de vivir y trabajar en equilibrio y prosperidad con las nuevas condiciones ambientales.
En eso consiste en definitiva la capacidad de adaptación humana.
“Si la vida te da limones, hazte limonada”.
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