“La educación no es una preparación para la vida, es la vida misma” John Dewey.
La educación es la única herramienta que tenemos para progresar en nuestras vidas. Es la mano que nos da de comer y el principal motor de cualquier sociedad. Releyendo “Talento” de Tom Peters, encuentro un pasaje que me toca de lleno y que dice:
“Está ocurriendo algo fundamental, que supera a la tremenda ola de la tecnología, al gran cambio en el puesto de trabajo. La naturaleza de ‘quienes somos’ está sufriendo un cambio tectónico. La transformación afecta no sólo al tipo de trabajo que hacemos, sino a nuestra relación fundamental con el trabajo. Y los contables de 47 años tiemblan en sus mocasines. ‘¿Qué voy hacer cuando IBM decida echarme de mi cubículo?’
La clave, y sólo hay una clave... es la actitud. Si el plato que te gusta es la seguridad del cubículo y la esclavitud garantizada de por vida... bien, vas a tener mucho miedo de todo lo que viene por la carretera. Pero si te emociona la noción de la vida como una serie de ‘trabajos temporales’ en los que aprendes cosas nuevas y vivir de tu ingenio, entonces... bien, despertarás y se te caerá la baba ante la oportunidad de re-imaginarte... y añadir a tu carrera otro proyecto WOW memorable del que fanfarronear”
Esa transformación laboral de la que habla Peters es quizá una realidad demasiado palpable de la que no podemos escapar. Pero también tenemos otras realidades que debemos atender: un gran paro juvenil; una importante parte de la población, con muchos jóvenes en ella, que no han completado estudios medios o superiores; y una economía que durante la década pre-crisis generó incentivos perversos para el abandono escolar y el convencimiento de que el “cubículo” era seguro y que duraría muchos años. Todo ello hasta que la burbuja se desinfló, pasando a costarnos horrores el mero hecho de “re-imaginarnos”.
Para re-imaginarse necesitamos herramientas personales que hemos de aprender a utilizar. Pero, ¿dónde? ¿Está el sistema educativo cumpliendo esta función? Uno de los aspectos más en entredicho de nuestra sociedad es el propio sistema educativo. ¿Cuál es su función? ¿Nos forma para la vida o es una mera herramienta de señalización de estatus? ¿Cuáles son los verdaderos principios de la educación para los tiempos en los que nos ha tocado vivir?
Éstas son algunas de las preguntas que se plantea de forma enérgica Dennis Littky, uno de los fundadores de un movimiento que surgió en Estados Unidos decidido a transformar el sistema educativo tradicional. Ha logrado apoyos de líderes empresariales (por ejemplo, Bill Gates), políticos (Bill Clinton) y de la sociedad civil. Su libro “The big picture: education is everyone's business” (2004) disfrutó de un gran impacto mediático y social, dando lugar a un movimiento y a una tipología alternativa para crear “otras” escuelas. Dennis Liitky es un personaje que, al leerlo y escucharlo, remueve conciencias y hace pensar. ¿Qué principios considera vitales en la educación? Pues aquellos que permiten a una persona:
1. Ser un alumno de por vida.
2. Ser apasionado.
3. Estar dispuesto a asumir riesgos.
4. Ser capaz de pensar de forma crítica.
5. Ser capaz de completar las cosas de modo diferente.
6. Ser creativo.
7. Ser capaz de perseverar.
8. Ser íntegro y respetarse a sí mismo.
9. Tener coraje moral.
10. Ser capaz de usar el mundo que tiene en torno suyo.
11. Ser capaz de trabajar tanto de forma independiente como con otras personas.
12. Hablar bien, leer bien, escribir bien.
13. Disfrutar verdaderamente de su vida y de su trabajo.
Su punto de vista sobre la educación es sumamente interesante. Educar no consiste en memorizar contenidos. Tampoco consiste solo en adquirir una serie de conocimientos, los cuales corren el peligro de quedar obsoletos rápidamente. Aprender no es una etapa de nuestra vida, sino que es nuestra vida. En las primeras páginas de su libro se posiciona de forma muy clara:
“Quiero estudiantes que aprendan a usar los recursos que tienen a su alrededor. Quiero que cuando lean o vean algo que les interese, lo persigan. Quiero que cuando tengan una idea, cojan un teléfono y llamen a alguien para hablar sobre ella, o que lean e investiguen, que se sienten y escriban. Cuando imagino a uno de mis estudiantes de adulto, pienso en una persona que es capaz de pensar y de hacer y seguir sus pasiones. Un adulto con la fortaleza para levantarse y hablar sobre sus pasiones, sus preocupaciones; (...) capaz de comprender y de hacerse comprender... (...) donde la creatividad, la pasión, el coraje y la perseverancia representen sus cualidades personales”
Cuando me preguntan ‘¿qué es lo más importante que tienen que hacer las escuelas?’, les hablo de los principios educativos. Pero éstos no se cumplirán si los chavales no trabajan en ellos y si no son capaces de utilizarlos más allá de la escuela (...) Éste es el corazón de lo que tienen que lograr la escuela y la sociedad (...) Hacer copartícipes a la familia y la comunidad en la educación de nuestros jóvenes.
Cuando un estudiante acaba la escuela ha de tener unas habilidades para la vida que le ayuden en un mundo adulto - por ejemplo, cómo comportarse en una reunión o cómo lograr tener una vida y un trabajo organizado-. Cosas básicas que las escuelas olvidan por las prisas y la necesidad de impartir ciertos conocimientos (...) En cambio, la clave es que el alumno desarrolle las actitudes suficientes como para seguir mejorando sus habilidades, para seguir aprendiendo y creciendo como persona. Una persona de 70 años sólo ha estado un 9% de su vida en el colegio. Por ello, la escuela nos tiene que permitir que seamos estudiantes toda la vida, y darnos herramientas para ello”.
La educación no consiste solo en llenar un cubo de agua. Todo el potencial del ser humano se encuentra dentro de sí desde el momento en que nace. La educación debe dotar de herramientas para encontrar tu propio pozo de agua, para saber extraerla y, también, para saber cómo utilizar el agua para mejorar tu vida y tu entorno. En un contexto de gran incertidumbre, con la necesidad de re-invertarte y re-pensar, de cerrar unas puertas y abrir otras, cada día es más importante encontrar formas de afrontar los desafíos que la vida nos pone por delante.
La pregunta es ¿cómo? ¿Están nuestras escuelas adaptadas para ello? ¿Hay que transformar nuestro sistema educativo? Mientras nos concentremos en llenar cabezas vacías de contenidos que pronto quedarán obsoletos (¡y que cualquiera puede conseguir a golpe de click!), estaremos echando paladas de arena en el mar.
El sistema educativo actual nació como la única respuesta posible a la necesidad de educar en masa a toda la población en un contexto de recursos mucho más escasos que los actuales. Pero el contexto en que nació el modelo actual es muy distinto del posible y necesario en la sociedad del S.XXI. Si nos centramos en unificar criterios, contenidos e incluso metodologías sin pensar en la individualidad de cada alumno, en sus intereses y potenciales, en su peculiar forma de ser y de aprender, estaremos enterrando la excelencia que sin duda existe en cada ser humano. Como dice Satish Kumar “Un artista no es un tipo especial de persona, sino que cada persona es un tipo especial de artista”.
La diferencia esencial entre una persona capaz de reinventarse y otra que no reside en una educación que persigue la excelencia de cada individuo, que ha dado a esa persona las herramientas necesarias para encontrar y transformar el conocimiento y que ha sabido mantener en esa persona la pasión vital innata por aprender. Y esto no implica un país de ingenieros, el tópico habitual cuando se habla de educación. La educación va más allá del título, y el propio Dennis Littky propone esa individualización tanto para las personas con altas capacidades como para quienes abandonan los estudios y tienen problemas de exclusión, y también para el estudiante medio.
Pero no seamos ilusos, esta transformación hacia una atención individualizada se tiene que hacer dentro del sistema, con muchos recursos económicos, con mucho esfuerzo por dotar de instrumentos y formación al profesorado y con una decidida implicación de la sociedad. ¡Lástima que en España no tengamos un Bill Gates con una fundación que done cantidades ingentes a organizaciones como las de Littky, las cuales apuestan de forma decidida por una transformación del sistema educativo!
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