lunes, 20 de febrero de 2012

Cómo ser buen jefe sin tiranizar a nadie

Muchas de mis lectoras y alguna de mis clientes me han preguntado cómo pueden ser buenas jefas o supervisoras sin parecer un ogro. Es un pregunta interesante, primero por esa idea que tenemos de que si eres jefe tienes que ser un tirano, algo que por supuesto te genera mucha incomodad y que quieres evitar a toda costa; con lo cual tiendes hacia el otro extremo, ser blanda e intentar ser amiga de tus empleados, con no muy buenos resultados.

En mi trayectoria profesional he tenido varios supervisores, cada uno con sus características y algunos muy buenos. Esto es lo que los hacía buenos jefes según mi experiencia:

-No confundían la autoridad con el autoritarismo. Eran firmes, exigentes, te decían lo que hacer y para cuando, pero sin órdenes ni descalificaciones de ningún tipo. Al contrario, amablemente y con una sonrisa en la boca. Eso no quita que no tuvieran sus malos días, como todos, o que no se enfadaran de vez en cuando; pero SIEMPRE con respeto y sin faltar.

-Eran muy motivadores, siempre animándote, creyendo en ti, dándote ese voto de confianza, ese “tú puedes” que te hace llegar muy lejos. Recuerdo claramente la primera vez que tuve que cargar un gel de agarosa (perdonad la jerga científica) con muestras importantes, estaba temblando de tal manera que pensaba que destrozaría el gel entero y no quería estropearle el experimento a la persona que me supervisaba. Cualquiera habría dicho “Trae ya lo hago yo”, pero él me dijo “¿Por qué lo vas a estropear? Lo vas a hacer muy bien, no te preocupes” y me dejó continuar (por si os pica la curiosidad lo hice bien; no muy bien, pero no estropee nada ; ) Eso me dio tal confianza que le perdí el miedo a todo tipo de geles (incluidos los de poliacrilamida) y además, las veces que he tenido que enseñar a un estudiante novato cómo hacerlo he procurado seguir su ejemplo.

-Querían lo mejor para mi. El que yo considero que ha sido el mejor supervisor científico me dijo “lo que yo quiero es que llegues donde yo estoy o más lejos, y te voy a ayudar en todo lo que pueda”. Imagínate el apoyo que sientes, no hay competencia absurda, no hay aquí mando yo y tu no vas a llegar tan alto en tu vida porque eres un inútil miserable.

-Sabían escuchar. No se obcecaban con su forma de ver las cosas ni se cerraban a aprender. Escuchaban con atención ideas y sugerencias y hacían las críticas constructivas que hicieran falta o te aplaudían la iniciativa.

-Me daban libertad. Personalmente no hay nada que me agobie más que tener a alguien encima continuamente, por eso apreciaba muchísimo que me dieran libertad y me dejaran un poco a mi aire. El poder hacer las cosas cuándo y cómo quisiera siempre y cuando lo hiciera. Por supuesto eso tiene sus desventajas, estás tan involucrada en tu proyecto que trabajas fines de semana y todo lo que haga falta.

Si estás en una situación con gente a tu cargo, quizá mi experiencia te pueda servir para saber cómo tratar a tu equipo. Pero una cosa está clara, no es fácil y te van a criticar siempre. Si ya te critican sin tener gente a tu cargo, imagínate cuando asciendes. Es ley de vida y hay que aceptarlo. En mi opinión, lo que importa es que al final del día o de tu carrera sientas que lo has hecho lo mejor que has podido, que has sido íntegra, respetuosa, amable y que les ha ayudado en todo lo que has podido. Luego entra en juego el tema de las distintas personalidades, las relaciones entre ellos y la manera de motivarlos para que hagan un buen trabajo. Cada persona es un mundo y tiene distintos motivantes (dinero, estatus, responsabilidad), pero eso ya es harina de otro costal…

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