El mes pasado pudimos revisar a grandes rasgos las consideraciones previas a tener en cuenta a la hora de evaluar los riesgos laborales de una empresa. La planificación de este proceso se estructura en cuatro pasos, que deberán estudiarse teniendo en cuenta una serie de consideraciones.
Comenzamos con una labor informativa, en la que debemos recabar información sobre la organización, la complejidad de las labores desarrolladas, las materias primas utilizadas, el estado de salud de los trabajadores, etc… luego identificaremos los elementos peligrosos y a quienes están expuestos a ellos, para así valorar el riesgo objetivamente y poder realizar el último paso: analizar las medidas para eliminar, controlar y/o minimizar los riesgos, así como establecer un control sobre las mismas.
Identificando los factores de riesgo
¿Quién conoce mejor las condiciones de un empleo? Por supuesto, el trabajador que lo desempeña. De esta manera, la colaboración de todas las piezas de la organización es vital para la identificación de los posibles riesgos laborales.
Por otro lado, en muchas ocasiones puede ser suficiente con una buena labor de observación directa, aunque también es necesaria una observación detallada y pormenorizada de las condiciones de la maquinaria y de las instalaciones de por sí. Además, no podemos renunciar a otros métodos más precisos para medir ruidos, contaminación, riesgos biológicos, etc… siempre atendiendo a la naturaleza de la actividad realizada.
Un ejemplo: en una oficina dos personas suelen estar enfermas, con estornudos constantes durante todo el año, y han acumulado algunas bajas durante el ejercicio por fiebres. Sus asientos son los que están justo debajo del aire acondicionado. Objetivamente el caso es bastante claro, pero sin un interés por la observación y la resolución, y sin la participación de los afectados, el caso persistiría.
Valorando los riesgos laborales
La mayoría de nuestros lectores trabajan en oficinas y despachos, por lo que no se enfrentarán a las complejidades del sector industrial (y no digo que ninguno de ustedes pertenezca a dicho sector). La mayoría de los riesgos son sencillos de identificar y fáciles de evitar, por lo que no hace falta disponer de conocimientos especializados.
En otros casos, nos podremos encontrar con todo lo contrario, por lo que puede ser recomendable trabajar junto a una empresa de prevención de riesgos laborales (y procura que sea una de confianza, porque algunas van a lo que van… si, a cobrar y punto).
Los riesgos se evalúan en base a dos valores: severidad (es decir, daño esperado de la materialización del riesgo) y probabilidad (cómo de posible es que el riesgo se haga real). A este respecto, la Comisión Europea establece unas escalas:
-Probabilidad: importante, posible, probable, inevitable
-Severidad: nula, sin lesiones, lesiones leves, lesiones leves, lesiones graves, muerte, muertes múltiples
Por ejemplo, una caída es inevitable cuando un trabajador trabaja construyendo el recubrimiento un rascacielos, ya que existen fuertes corrientes, se trabaja en altura y con una estructura a medio construir y vertical. Por otro lado, la consecuencia de una caída podría ser de muerte o de muertes múltiples (si cae encima de algún viandante, carretera, etc…), dada la altura existente. En definitiva, podemos considerar el riesgo como muy grave e intolerable… ninguna sorpresa ¿verdad?
Descubriendo a las personas afectadas
Partiendo del ejemplo anterior, el riesgo no solo afecta a los que están directamente expuestos sino que puede extenderse a otros empleados. Igual que una gripe puede contagiarse, los efectos de una contaminación química puede ser mayor de la imaginable a primera instancia.
De cualquier manera, existen algunos colectivos y personas que pueden ser más sensibles a ciertas exposiciones directas o indirectas, por lo que tendremos que particularizar el estudio. Debemos ser especialmente cuidadosos con:
-Empleados con discapacidad
-Empleados alérgicos o especialmente sensibles a ciertas sustancias o ambientes
-Empleados de edad avanzada
-Empleados “novatos”
-Empleadas embarazadas, lactancia…
-Empleados medicados que puedan invalidarles para realizar ciertas funciones
-Empleados biológicamente vulnerables
Prevención y revisión
Cuando la fase de evaluación saca a la luz la existencia de riesgos, debemos planificar las acciones preventivas necesarias para eliminarlas o minimizarlas cuando no sea posible. Esto puede suponer la realización de formaciones, la adecuación de las instalaciones, la adquisición de material de protección, etc…
Como resulta lógico, estas medidas supondrá la asignación de recursos económicos y la creación de un plan de actividades según sea la valoración del riesgo y el número de personas afectadas por el mismo. Es posible que algunos riesgos nos obliguen a realizar una labor continua y/o anual, con el fin de preparar a los empleados en caso de emergencias o cuando se establezca su idoneidad.
Por último, tendremos que establecer un sistema de revisión, aunque no siempre nos llegará por imperativo legal, en el que comprobaremos el éxito de las medidas adoptadas y los daños para la salud que puedan haberse producido. En algunos casos también tendremos que revisar periódicamente el estado de la maquinaria y los nuevos riesgos que puedan producirse o que se hayan descubierto.
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