por Ana Molina
Muchas veces leemos esta palabra “autoconocimiento” y nos da la sensación de que se trata de algo complejo, de mucha reflexión y profunda introspección.
En este artículo quiero tratar el autoconocimiento desde una perspectiva cercana, activa, y accesible a cada uno de nosotros, porque… ¿qué es conocerse a uno mismo? ¿De qué se trata? Y lo más importante, ¿cómo podemos hacerlo de manera práctica?
Desde esta visión fácil y cercana, conocerse implica saber lo que me gusta y lo que no me gusta, lo que me sienta bien y lo que no, lo que me da energía y lo que me resta energía… para después, actuar a favor de nuestro bienestar en base a lo que vamos descubriendo sobre nosotros mismos.
Conocerse conlleva implicarte en tu propia vida y tomar acción. Esto te permite ir creando tus propias vivencias, conocerte más, y ser cada vez más selectivo.
Se trata de conducir tu propio coche y estar atento a las señales que la vida te ofrece.
Por ejemplo: voy por la calle, estoy esperando en un semáforo para cruzar. Cerca de mí oigo a dos personas hablar de una nueva receta de cocina. De repente me viene una idea a la cabeza: esta noche voy a cocinar algo nuevo. Busco una receta en internet, compro los ingredientes y la preparo.
A partir de aquí, planteo 2 opciones:
OPCION 1) Noto que lo disfruto y decido seguir aprendiendo: primero por mi cuenta y, después, como quiero seguir avanzando, decido apuntarme a algún curso de cocina. Durante el proceso descubro que me encanta cocinar y que esa nueva actividad me ayuda a estar más contento, más abierto y creativo en el resto de facetas de mi vida.
OPCION 2) Noto que me pongo de los nervios y veo que no disfruto la cocina. Esto no es lo mío.
En los dos casos, he avanzado porque he aprendido algo sobre mí: en un caso he descubierto que me gusta cocinar y lo disfruto y en el otro caso, que no me gusta cocinar, que quizás lo tenga que hacer como tarea cotidiana, pero que no es algo que me guste de manera especial. Ya buscaré qué actividad es la que a mí me va bien y me nutre. Hay muchas más que puedo ir explorando.
Lo importante es que, independientemente del resultado, en ambos casos he tomado acción y esa acción me ha llevado a conocerme un poquito más desde lo real.
No ha sido una idea de si pienso que me gusta o no cocinar, de lo que me han dicho los demás sobre si cocino bien o mal, nada de eso… se trata de una elaboración propia, una vivencia mía: lo he probado y he visto que sí o que no desde mi vivencia personal, que es lo que supone el verdadero aprendizaje.
Este es solo un ejemplo, quizás trivial, pero ilustra el proceso de cómo ir conociéndonos de una manera más cercana y fácil. Este mismo proceso lo puedes aplicar en tu trabajo. Por ejemplo: siempre has creído que no vales para hablar en público. Surge la oportunidad de hacer una presentación ante un grupo y decides probar. Independientemente del resultado, lo importante es lo que aprendes de ti mismo y de cómo mejorar en la próxima presentación si has de hacerlo.
La clave está en atreverse y enfocarse en el aprendizaje durante el proceso.
El autoconocimiento no es la idea sobre lo que yo creo que soy o yo pienso que me gusta. Esas ideas me las he podido crear de manera fantasiosa, o las he podido escuchar tanto de otros que al final me las he creído.
El autoconocimiento viene de mi implicación con la vida, de mi acción, y de mi conclusión final a través de esa vivencia. Este proceso es el que me hace conocerme e ir siendo cada vez más selectivo.
Autor Ana Molina
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